Mi primer Waynabox: a Roma con amor

Tras medio año escribiendo en este blog, no fue hasta el pasado diciembre cuando lo entendí de verdad. Fue durante los días previos a mi primer Waynabox, y la que sería mi primera vez en Roma.

MIÉRCOLES, DÍA -2

1

onicofagia

Del gr. ὄνυξ, -υχος ónyx, -ychos ‘uña’ y -fagia.

  1. f. Med. Costumbre de comerse las uñas.

En estas estábamos mi tocayo Carlos y yo, presas de una incertidumbre irresistible, cuando -¡bip!-, e-mail. De Waynabox. Ay, madre. Qué risa más tonta…Clic.

¡Roma!

Y más risas, esta vez de pura emoción, que encima era compartida. Ese fue el momento. Ahí comprendí, al fin, por qué tanta gente viaja con Waynabox cada fin de semana.

VIERNES, DÍA 1

2

– Carlos, tío, ¿qué tal vas de italiano?

– Me defiendo.

– ¿Cómo se dice ‘hola’?

– Holi.

La primera, primerísima impresión que tuvimos de Roma fue que todo parece querer despistarte, que te entretengas por sus callejuelas y nunca cojas el camino más corto, lo cual no está del todo mal si no tienes un plan establecido.

Como ambos somos un poco desastre en el arte de planificar, decidimos hacernos un esquema general con los cuatro lugares de visita imprescindible, pero siempre dejando espacio para la improvisación y el dejarse llevar.

Ya en el hotel (B&B Hotel Roma Trastevere, bien comunicado y con todas las comodidades necesarias), dejamos los bártulos y nos dirigimos al centro. Una vez allí, todo está a tiro de piedra. No cogimos ningún transporte público en todo el finde más que el tranvía que nos dejaba en la puerta del hotel.

Bajando en Piazza Venezia, no queda otra que acercarse al imponente memorial a Victor Manuel II, quien fuera el primer rey de la Italia unificada. Paso a paso, enfilamos por los callejones hasta encontrar la Fontana di Trevi, siempre atestada de turistas, y seguimos más allá hacia Piazza di Spagna y sus interminables escaleras. El ascenso no solo valió la pena por las vistas, sino también por descubrir Villa Borghese, un precioso y tranquilísimo parque, sede de la famosa Galería Borghese y de un par restaurantes caros en los que no comimos.

Eso sucedió en la Piazza del Popolo, donde paramos a descansar en nuestro peregrinaje hacia la Ciudad del Vaticano. Para ello, cruzamos por el puente de Sant’Angelo, que debe su nombre al bonito castillo que lo preside. En la Santa Sede pasamos la tarde-noche, admirando la opulencia de la Basílica de San Pedro, la belleza de la Capilla Sixtina y, por supuesto, la estrafalaria indumentaria de la Guardia Suiza Pontificia.

SÁBADO, DÍA 2

3

– L’ingresso in discoteca è chiuso.

– Somos Erasmus.

Avanti!         

El sábado olía a arena y a gladiadores. Ese día, en nuestra Barcelona natal, se jugaba el Clásico y, por supuesto, la visita al Coliseo era obligatoria. Resulta imposible pasear por las galerías del estadio romano y no trasladarse 2000 años atrás, cuando la multitud poblaba las gradas de vítores y exabruptos.

A la salida de nuestra visita, todavía extasiados, paseamos por las ruinas del Foro Romano, de camino a algún pub del centro en el que ver un Barça-Madrid que finalmente Sergio Ramos se encargaría de agriarnos.

El resto de la tarde se reservó al descanso y la contemplación, pues había que ahorrar energías para lo que esperaba a la noche. Todo el mundo nos había hablado maravillas del buen ambiente que inundaba Trastevere por las noches, de modo que le hicimos un hueco en nuestras agendas. Si bien es cierto que las voces, paseantes, terrazas y bebidas daban su propia calidez a la noche de diciembre, bien pronto no quedó ni rastro de ningún alma por las plazas. Apenas era la 1am y cualquier atisbo de fiesta parecía haberse esfumado. Preguntamos y nos recomendaron salir por Testaccio, una popular zona de ocio a esas horas. Parecía nuestra mejor opción.

No lo pareció tanto cuando, al llegar allí, las esvásticas de los tifosi de la Lazio y la Roma empezaron a poblar las paredes. El rollo, la verdad, era un tanto jincho, decorado por una retahíla de discotecas de dudoso gusto. Sin embargo, entre la tónica imperante, encontramos un simpático local, donde nos colamos a una fiesta Erasmus en la que todo el mundo, según resultó, acababa por ser español.

DOMINGO, DÍA 3

4

– Oye, ¿tú tienes mi tarjeta de embarque?

– ¿Qué?

– Ay, Dios…

Nuestro vuelo salía por la tarde, así que tuvimos tiempo para aprovechar el último día con la calma que se merecía. Eso significó pasear por la mañana hasta sacudirnos de encima la resaca, y hacer hambre para después matarla en el delicioso Cantina e Cucina, un restaurante tradicional al pie de Piazza Navona, donde comimos como si no hubiésemos probado plato en días.

La jornada transcurrió con la tranquilidad que precede a las despedidas, esa suerte de antesala de la nostalgia. Pero no podíamos irnos sin antes pasar por el Panteón de Roma, que se erige como un coloso en medio de la Piazza della Rotonda. Ese fue nuestro adiós.

Deshicimos el camino que habíamos realizado dos noches atrás para llegar desde Termini hasta el aeropuerto, y todo habría ido sin sobresaltos ni contratiempos si no fuera porque Carlos quiso añadirle un poco de emoción al asunto y perder su tarjeta de embarque cuando ya hacíamos cola para subir al avión.

Por suerte, todo quedó en un susto y en una amistad hecha trizas.

Dos días en Roma: finde a tu aire por Paula

Existen ciudades, que al menos una vez en la vida hay que visitar…¡y Roma es una de ellas! Hay quien viaja motivado por la cultura, otros por ver paisajes, quizá seas de los que lo hacen por comer, o a los que les encanta empaparse de historia… a mí simplemente me apasiona descubrir rincones secretos que me alejan del bullicio y me permiten conocer cómo viven realmente los autóctonos.

Levantarse en Roma y poner un pie en la calle, es empezar la aventura de buena mañana! El sonido de los coches, los claxons de las vespas y el tono alto al hablar de los romanos…hace que pronto te sientas inmerso en la ciudad! Una muy buena opción para empezar el dia y coger fuerzas es el bar Fondi, cerca de la estación de Termini. Si quieres encontrar el mejor equilibrio de café, azúcar y crema en un capuchino, acompañado de la mejor de las sonrisas…¡sin duda te sorprenderá!

Dicen que en el Bar Fondi hay el mejor capuccino de Roma... ¡y no me extraña! Pruébalo en Via Magenta, 48.
Dicen que en el Bar Fondi hay el mejor capuccino de Roma… ¡y no me extraña! Pruébalo en Via Magenta, 48.

Es hora de visitar la antigua Roma. Realmente es muy fácil ir siguiendo las indicaciones sobre dónde encontrar todos los monumentos, ruinas y museos de la ciudad eterna. Pasear por sus calzadas es transportarse a aquella época del imperio es su esplendor e imaginarse con una túnica y una tiara, en la más bella época de la urbe!!

Reponer fuerzas por el centro es muy sencillo, si no queremos perder mucho tiempo, la mejor opción es una pizza al taglio…y Bonci es siempre una elección segura. Pero si queremos visitar el pintoresco barrio de Campo di Fiori, cruzando uno de los puentes que atraviesa el Tiber te encontrarás con uno de los distritos más auténticos de Roma. Tendrás que hacer un poco de cola, pero pedirse una porción de pizza en el forno Campo de Fiori, realmente merece la pena. Aunque si en cambio eres de los que te gusta sentarte a disfrutar, puedes buscar La Frascheta de Roma, La Antica Norcineria Viola o el Bacanale Ristorante…no quedarás indiferente a sus sabores!

A la izquierda, las pizzas de Bonci y, a la derecha, las de
A la izquierda, las pizzas de Bonci y, a la derecha, las de Campo di Fiori

¡Atardece! y no se me ocurre mejor plan que subir al Jardino de Gli Aranci, situado en una de las 7 colinas que forman el corazón de Roma. Desde allí podrás contemplar como el naranja del sol refleja en la cúpula del Vaticano y en cada rincón del skyline romano. Te aseguro que es una de esas imágenes que guardarás en tu retina para el resto y, si no lo crees, toma nota de la foto principal de este artículo.

Tras una ducha reparadora, es tiempo para el “Aperitivi”. En Italia es todo un ritual beberse un spritz y picar algo antes de cenar, es la excusa perfecta para hacer un poco de vida social! La ciudad está repleta de lugares, pero il Quartieri Monti es perfecto para rodearse de un ambiente frecuentado por romanos, lleno de galerías de arte, jóvenes diseñadores y locales cools como el Ai Tre Sacalini, el Black Market o la Librería Caffè Bohemien.

Por último, es indispensable no irse de Roma sin probar unos carbonara, ¡su plato estrella! Trastevere es un barrio mágico de calles estrechas y adoquinadas envuelto de misterio y esencia que hacen que sentarse en la trattoria Gli Amici a saborear un exquisito plato de saltimboca a la romana, unos carciofi o una amatriciana acompañados de un buen vino sea uno de los mayores placeres para ponerle el broche a un día perfecto.

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El spritz de Ai Tre Scalini y la carbonara de la Trattoria de Gli Amici

Y si somos de los que no nos vamos de un sitio sin saber cómo es la ciudad de noche, el mismo Trastevere nos ofrece una gran variedad de locales en los que tomarse un cocktail, escuchar música en directo o simplemente bailar hasta que el cuerpo aguante! Sin duda alguna Roma es sencillamente Imperial, no solo por la gran historia que la rodea, sino por la huella que deja cuando la visitas.

Por Paula, Adventure Advisor en Waynabox

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Nuestra experiencia Waynabox: Viaje a Roma

Me encanta viajar, me gusta muchísimo. Y a Paula también. El año pasado estuvimos durante todo el curso hablando de hacer alguna escapada, nos apetecía pasar un fin de semana juntas por Europa. En realidad, nos daba exactamente igual donde ir, solo queríamos irnos.

Y cuando al final nos decidimos a hacerlo estábamos ya en plena recta final del curso y no estábamos para mirar ofertas, vuelos o viajes y, además, nos va mucho eso de improvisar. Así que terminamos reservando nuestro Waynabox para mediados de junio. Terminábamos las clases un viernes y reservamos justo para irnos al día siguiente, ¡ya no podíamos esperar más!

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¿Dónde nos tocará?

Vale, nos daba igual donde ir, pero según iban pasando los días ya nos moríamos de ganas de saberlo. Nuestra conversación cada noche era sobre lo mimo: oye, ¿tu dónde crees que iremos?, ¿cuál te apetece más?, ¿cuáles aún no has visitado?, ¿y qué tiempo hará, frío o calor?, ¿te imaginas que nos vamos a…?

Hasta que llegó el famoso miércoles. Ese día estaba yo bastante aburrida en una clase de Derecho cuando de repente me llegó el esperado email de Waynabox: “Coge las maletas, te vas a ¡ROMA!”. Que subidón: ¡En dos días estamos allí! Corriendo me fui a casa a echar cosas a la maleta, a pedirle prestadas a mi hermana un par de guías de Roma, ¡y a contar las horas que faltaban para irnos!

El viernes antes de irnos salimos de fiesta, de hecho, nuestro avión salía pronto así que nos fuimos directamente al aeropuerto sin dormir. La frase estelar del viaje fue de Paula, cuando aterrizamos y se despertó: “Tía, lo último que recuerdo es que estaba de fiesta en tu casa y ahora estamos ya en Roma”. Y llegamos al hotel, lo dejamos todo tirado, ¡y a visitar!

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Visitando Roma

Queríamos aprovechar al máximo el finde así que nos hartamos de andar para poder verlo todo. El día que llegamos fuimos al Vaticano, al Castillo Sant’Angelo, a la Piazza Navona, al Panteón, a la Piazza di Spagna… y a nuestra esperada Fontana di Trevi que, para tristeza nuestra, encontramos en obras. Nos apetecía muchísimo llegar por la noche, por las callejuelas estrechas que la rodean y encontrarnos con la fuente ahí de repente, tan enorme que no parece de verdad. Pero bueno, ¡cosas que pasan! Y para acabar de disfrutar del día nos fuimos de fiesta por Trastevere. Nos sorprendió porque estaba a rebosar de gente de fiesta por las calles, ¡qué bien que se lo montan los romanos!

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Al día siguiente fuimos a la atracción estrella de Roma: El Colosseo. Después de una cola interminable pudimos entrar y visitarlo entero entremedio de miles de guiris y de sus palos de selfie. Luego directas al Foro Romano, al monumento Vittorio Emmanuele II, a la Bocca della Verità, al mirador que hay en la colina del Gianicolo… Y luego de vuelta al centro para visitar los monumentos por la noche. Era un fin de semana de junio, así que por el día nos asábamos, pero en cambio por la noche se estaba ¡taaan a gusto! para pasear y hacerse fotos sin casi turistas por allí.

Y el último día vimos las cosillas que nos quedaban: el Circo Massimo, las Termas de Caracalla, la Piazza di Popolo, Villa Borghese… Llegamos a Barcelona casi a las 12 de la noche súper cansadas pero ¡muy contentas!:) . Además, nos habíamos hartado durante los tres días de comer pizza al tagglio, pasta, helados de strachiattella… ¿Qué más podíamos pedir?

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Repetiremos seguro

¿Qué si se nos hizo corto? Pues claro, cuando te lo pasas bien siempre quieres más y más. Roma es la Ciudad Eterna, podrías tirarte meses viviendo en ella y aun así quedarte con ganas de conocerla mejor. Pero la verdad es que en 3 días nosotras pudimos recorrerla y conocerla lo suficiente como para poder decir que nos encantó Roma. Nos fuimos súper contentas y con muchas ganas de aprender italiano (¡vamos, saber algo más allá del “bonna sera, un gelatto piccolo d’strachiattella per favore”!). ¡Ya estamos pensando en repetir!

PD: ¡Nosotras conseguimos completar el reto Waynabox! ¡Aquí tenéis nuestras fotos!

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Podéis ver otras experiencias Waynabox y opiniones de viajeros en la web, y si ya habéis vivido vuestro viaje sorpresa nos encantará que lo compartáis con nosotros en los comentarios 🙂