Empecé a trabajar en Waynabox a la vez que me enamoraba de este nuevo concepto de viaje; un destino sorpresa que descubres en el momento de hacer la maleta, ¡el sueño de todo viajero! Pero después de meses trabajando en la Startup, y a pesar de mi pasión por las aventuras, he de confesar que todavía no lo había probado. ¡Imperdonable! Así que estas navidades me animé a reservar mi primer viaje Waynabox 🙂 Y ahora sí. ¡Por fin puedo decir que he probado la experiencia Waynabox!
Reservé mi Waynabox para viajar en pareja, teníamos un viaje pendiente y todos los destinos a los que queríamos ir salían demasiado caros o no teníamos suficiente tiempo para descubrirlos. Así que optamos por un fin de semana Waynabox y viajar a la aventura. Elegimos la fecha que queríamos viajar y descartamos bastantes destinos (la web te da la opción de eliminar uno gratis y otros con un suplemento). Queríamos viajar a destinos muy concretos, así que pagamos el suplemento de 5€ por ciudad y dejamos solo los que más nos interesaba visitar. Después vino lo más difícil; la espera.
La tentación de descubrir mi destino antes de hora estaba ahí (ventajas de trabajar con los encargados de procesar todas las reservas que entran en www.waynabox.com), era tan fácil como buscar mi reserva en el sistema o sobornar a mis compis y ver qué destino me habían asignado. Pero me armé de fuerza de voluntad y decidí esperar a descubrir mi destino solo dos días antes, como el resto de viajeros, quería vivir la experiencia de verdad. Así que finalmente el miércoles de la semana pasada descubrí que viajaría a…¡DUBLÍN!
Nunca había visitado Irlanda. Era un destino que me apetecía mucho, de hecho hace poco estuve buscando vuelos a Dublín, así que me hizo mucha ilusión descubrir que descubriría la ciudad durante mi Waynabox, aunque la verdad es que me hubiera alegrado cualquiera de los posibles destinos que dejé disponibles.
Ese miércoles, aún en los Waynabox Headquarters de Barcelona, busqué todo lo que había que visitar en Dublín, hice una selección de lo imprescindible y preparé la maleta. El viernes, a pesar de un fuerte constipado que amenazaba con fastidiarnos el viaje, salí de trabajar para ir directa al aeropuerto. Llegamos a Dublín el viernes casi a la hora de cenar, hicimos el check in en el hotel y fuimos a dar una vuelta a buscar algún pub típico en el que tomar algo.
El sábado fue otra cosa, era el día importante de nuestro viaje (y mi constipado me daba una tregua) así que visitamos el Castillo de Dublín, las catedrales, el ayuntamiento, Trinity College, St Stephen’s Green, dimos una vuelta por las tiendas (haciendo alguna compra, por supuesto) y al caer el sol nos fuimos directos a Temple Bar. Esto fue de lo que más nos gustó del viaje. El ambiente que se respira en este barrio por la tarde es una pasada. La mayoría de pubs tienen música en directo que, acompañada de la típica cerveza negra y unas alitas de pollo hacen un mix perfecto para una tarde noche de fiesta irlandesa.
Como sabíamos que después de la fiesta del sábado estaríamos cansados dejamos pocas cosas que visitar para el domingo, ¡pero también lo aprovechamos al máximo! Otro de los imprescindibles si visitas Dublín es la fábrica de cerveza Guinness, y aquí pasamos toda la mañana, como si de un parque temático se tratara, pero probando cerveza, ¿no suena mal, no? La visita a la fábrica se alargó más de lo esperado, por lo que nada más salir tuvimos que ir directamente al aeropuerto para volver a casa, eso sí, con ganas de volver pronto a esta ciudad y disfrutar más noches de su ambientazo.
En definitiva, la espera valió la pena y tanto el aspecto sorpresa como el destino del viaje han salido como esperaba. De hecho ya he reservado mi siguiente viaje, esta vez con mis amigas, ¡os contaré cuál es mi nuevo destino!
¿Os animáis a vivir vuestra propia experiencia?
¡Reserva Waynabox!
Qué experiencia tan chula! Gracias por compartir… Me ha dado muchas ganas de visitar Dublín! Las fotos geniales. Hasta el próximo Waynabox!
¡Esperamos verte pronto! 🙂