¡Por fin ha llegado mi segundo Waynabox! Ya había probado a hacer una escapada sorpresa el verano pasado, cuando me tocó pasar un fin de semana genial en Roma. Y en navidades alguien que me conoce muy bien decidió regalarme otro Waynabox para que nos fuésemos juntos a la aventura a finales de febrero.
Debo reconocer que esta vez estaba cruzando los dedos por ir a un sitio cálido. Deseaba que me tocasen destinos como Tenerife, Portugal, Niza o Marsella. Durante mi Erasmus ya pasé un invierno suficientemente frío (más bien congelado) y me apetecía que nuestra escapada fuese a algún sitio con mejor tiempo.
Después de esperar impaciente durante 26 minutos mi email, por fin el miércoles a las 12:56 me comunicaron mi destino… ¡Lisboa! Y además con un sol bien grande todo el finde.
Nuestra llegada a Lisboa
Nos alojamos en el barrio La Baixa, en el mismísimo centro de la capital portuguesa, entre Chiado, Barrio Alto y la Alfama. ¡Perfecto para visitar la ciudad! La verdad es que en este Waynabox me dejé guiar completamente y no planifiqué nada de nada. El wayner que me acompañaba conocía muy bien Lisboa y me enseñó todos sus rincones.
Lo primero que descubrí al llegar a esta fantástica ciudad fueron los famosos tranvías. Pequeños, antiguos, chirriantes y chillones pero ¡súper rápidos! En serio, parecen sacados de otra época. La explicación es sencilla, Lisboa es una ciudad llena de subidas y bajadas y de calles muy estrechas, por lo que el autobús u otros tranvías más modernos no se pueden implantar en algunas zonas.
Nosotros el viernes nos montamos en la línea más famosa de Lisboa, la que recorre el centro de la ciudad de colina a colina: la línea 28. Pasa por el Castillo de San Jorge, La Alfama, la Catedral de Lisboa, La Baixa, Chiado y Barrio Alto.
Descubriendo Lisboa
Queríamos aprovechar nuestro Waynabox a tope así que el sábado nos levantamos pronto para ir a una zona un poco más alejada del centro. Fuimos a la Torre de Belém en la desembocadura del Tajo (el Tejo, como lo llaman los portugueses), construida inicialmente como torre de defensa. Después dimos un paseo por la orilla del río hasta el Monumento a los Descubrimientos y el Puente 25 de Abril, el puente colgante más largo de Europa y súper parecido al de San Francisco.
Y como yo soy de aquellas a las que les encanta ver las ciudades desde las alturas dedicamos la tarde a recorrer la ruta de los miradores. ¡Pero qué preciosa es esta ciudad! Nos sentamos en el mirador de Gracia a tomarnos algo en la terraza de la cafetería (que estaba a rebosar, por cierto, y con muchísimo ambiente y jazz en directo). Después dimos un paseo y nos acercamos al mirador de Santa Lucía, al Mirador das Portas do Sol, al Castillo de San Jorge y, por último, al Mirador del Elevador do Castelo, cuando ya volvíamos al hotel.
Y por la noche, un poco de relax. Nos tomamos un vinho verde y unos Pastéis de nata en la azotea de nuestro hotel, con unas vistas increíbles al castillo de San Jorge. A los portugueses les encanta el chill out y celebrarlo todo y nosotros decidimos aprender un poquito de ellos.
¡Hasta la próxima Lisboa!
El domingo nos recorrimos de punta a punta la calle principal de la capital portuguesa, la Rua Augusta. Fuimos desde la Plaza del Comercio hasta la Plaza del Rossio. Eso sí, a mitad de camino hicimos una parada para comer en la Aldea, donde hacen unos platos del día geniales.
Nos quedaron mil cosas por ver y por hacer, como salir de fiesta por la noche por Barrio Alto y ir a tomar algo a Casa Intendente, un bar dentro de una casa típica portuguesa. Pero aun así me volví enamorada de otra ciudad europea. ¡Gracias Waynabox por conseguir que quiera irme a vivir a todos los destinos a los que me mandáis!
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