Súper novedades y sorpresas que tenemos este febrero en Waynabox

¡Hola, febrero! Y hola al mes más corto del año, al más frío del invierno y ¡al más emocionante de Waynabox! ¿Por qué? Porque traemos novedades del nivel “¡paren rotativas!” y “‘¡extra, extra!”. Ya sabéis que no paramos de evolucionar, que prestamos mucha atención a los comentarios de todos nuestros wayners y que procuramos cumplir todas vuestras expectativas a fin de acercarnos cada vez más al mejor de los servicios en viajes sorpresa. Eso nos hace un poco mejores día a día… Y seguro que después de conocer las novedades de este mes, aún nos váis a querer más. Qué menos… Pues nos adentramos ni más ni menos al mes del amor por excelencia. Ready?

1. ¡Ya puedes viajar SOLO con WaynaboxMinuto de silencio para este momento histórico, épico e interestelar en la historia Waynabox. Señores y señoras, por fin os traemos aquello que tanto nos pedíais. ¡Ya tenemos disponible la opción de viajar en solitario! Ahora ya puedes disfrutar de una experiencia única -y que muchos expertos recomiendan- gracias a Waynabox: un viaje sorpresa de fin de semana a una ciudad secreta con vuelos de ida y vuelta y dos noches de alojamiento incluidos. A fin de garantizar la calidad del viaje Waynabox, con habitación y baño privado, el viaje en solitario tiene un suplemento de 50€ respecto al precio original. ¡Celébralo viajando SOLO con Waynabox!

Hiker man with backpack enjoying landscape of autumn mountains, rear view

2. No le digas “te quiero”, demuéstraselo con un viaje sorpresa y flores. Y para aquellos que aunque os apasione esto de viajar solo, también dejasteis que Cupido secuestrara vuestro corazón y os encontráis en ese cálido estado llamado amor, también tenemos algo para vosotros. Pero dejémonos de lírica que aquí nos va más el jiji-jaja. Se acerca San Valentín y pronto todo estará lleno de corazones, de mucho rojo y de te quieros por doquier. Pero seamos sinceros, decir “te quiero” es cada día más fácil y ya lo vaticinó Woody Allen con su peli “Todos dicen I love you”. Por eso, creemos que la mejor forma de demostrar amor no es decirlo, sino vivirlo. Este San Valentín pasa de bombones y apuesta por sorprender con un viaje sorpresa Waynabox y un ramo sorpresa The Colvin Co. ¿No les conoces? Son nuestra empresa de envío de flores a domicilio favorita porque… ¡lo hacen sorpresa! Para este San Valentín y sólo por ser fan de Waynabox tendrás un descuentazo exclusivo en su servicio de envío de flores. ¡Y que viva el moñi-amor!

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3. WaynaConsejos, nuestra nueva apuesta audiovisual. Desde que nuestro video maker Marc Domínguez llegó a nuestras vidas, esto del “1, 2, 3, acción”, “claqueta” y el “dale al play” forma parte de nuestro día a día. Y cómo nos gusta. Ver vídeos mola más que leer (¡gracias a los que estáis aquí!) y si son de Marc y de Waynabox, aún más. Por eso ese mes estrenamos una nueva categoría de vídeos con consejos muy #waynerstyle para vuestras escapadas y que (¡atención!) protagonizaremos nosotros mismos. Apuntaros el día 2/02 al calendario porque estrenamos nuestro primer WaynaConsejo y protagonizado por… ¡nuestro CTO Dani Jiménez!

4. ¡Gana un viaje Waynabox con StyleLovely! ¿Aún no sigues a una de las revistas de moda y directorio de blogs más famoso del país? Pues venga, ni que sea por ganar un Waynabox, debes seguir a StyleLovely en Instagram ya. Este mismo 1 de febrero comienza nuestro sorteo común en la red social de fotos. Para participar tan solo deberás seguir a ambas cuentas en Instagram y etiquetar a dos personas con las que te irías de viaje y el por qué. ¡Corred insensatos! Tenéis tiempo hasta el día 8 de febrero. Más info aquí.

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5. Hay un amigo en mi en el 4YFN. El Four Years From Now es el espacio destinado a startups y business development dentro del marco del Mobile World Congress y por tercer año consecutivo Waynabox asistirá. Pero en esta ocasión no lo haremos con un simple stand y un “holaquetaltegustaviajar?” sino que vamos a ir en busca y captura de las mejores y más recientes startups para apadrinarlas. ¿Tienes un proyecto que acaba de nacer? ¡Te esperamos en el 4YFN para que nos seduzcas! Stay tuned, próximamente daremos más detalles.

Y ahora que ya conoces todas nuestras sorpresas… No esperes más y ¡reserva ahora tu viaje Waynabox sólo o en compañía!

¿Por qué deberías viajar a Bruselas alguna vez?

Ya sabéis que en Waynabox somos muy científicos, no engañamos y siempre decimos la verdad. Y, por eso, cuando conté por estos lares las razones por las que debéis viajar con vuestra madre alguna vez, no mentía y basaba mis afirmaciones en un razonamiento 100% experimental. Sí, me gusta viajar con mi madre, sobre todo desde que me independicé y puedo echarla más de menos. Por eso una vez al año nos escapamos y para evitar que me critique el horario de vuelos o el hotel me dije “eh, vamos a aprovecharnos de Waynabox y voy a echarles el marrón a esa familia que me aguanta 40 horas a la semana”. Y, mirad por donde, mi madre quedó más que encantada de nuestro viaje sorpresa a… ¡Bruselas!

La capital Belga es uno de los destinos Waynabox que más sorprende a nuestros viajeros. Y, ciertamente, a mi también me sorprendió a bien y superó mis expectativas. Siendo sincera, es una de esas ciudades que, sin saber nada de ella, nunca me había llamado la atención y en realidad fueron los #wayners quienes me despertaron la curiosidad. Ya tu sabeh, cuando eres Social Media Manager y te pasas el día cotilleando trabajando en redes sociales, descubres muchas cosas y los secretos de Bruselas fueron uno de esos descubrimientos que merece la pena ver… in situ. ¡Repasémoslos!

1. Bruselas es mundialmente conocida como ciudad administrativa pero que esto no te eche el freno: en realidad, su mejor parte es el casco histórico, un núcleo de callejones peatonales y de estética reminiscente a su pasado medieval.

2. La Grand Place es la plaza más famosa de Bruselas, la más bella del mundo (considerada por muchos intelectuales, como Víctor Hugo) y la imagen que aparece en Google cuando tecleas “Bruselas”. Es Patrimonio de la Humanidad, tiene una ornamentación preciosa y mola mucho hacer un video 360º desde el centro.

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3. El Mannekin Pis es esa famosa estatuilla del niño haciendo pis que todo el mundo quiere ver cuando va a Bruselas. Y sí, la tienes que ver. Ni que sea para cerciorarte de que no merece nada la pena.

4. Lo que sí debes visitar es el Parque del Cincuentenario, coronado por un magno edificio en forma de U que sirvió para conmemorar el cincuenta aniversario de la independencia de Bélgica durante la Exposición Universal de 1880. Es MUY gran e impresiona.

@marcdominguez en Bruselas
Esta foto la hizo nuestro vídeo maker @marcdominguez cuando se fue de Waynabox a Bruselas antes de que trabajara en Waynabox. Yo creo que esto fue algo del destino. En serio.

5. Muy cerca del parque se encuentra la ONU. Y bueno, aunque no tiene nada en sí, seas o no un euroescéptico siempre hace mucha gracia sentirte cerca de un edificio importante.

6. Pero dejando de lado los edificios, lo MEJOR de Bruselas es la cerveza. Bueno, si te gusta, claro. Aquí sí entienden de cultura cervecera y el claro ejemplo es el Delirium Café, el bar con más tiradores de cerveza de Europa (¡más de 25!).

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7. Y si no te gusta la cerveza, aquí el chocolate y los waffles (gofres) corren a raudales. Más te vale patearte la ciudad de arriba abajo para compensarlos. Porque no vas a parar de comer.

8. Suma unos cuantos km más a los anteriores, sobre todo cuando pruebes las frites à l’andalouse. Las patatas fritas con esta “salsa andaluza” -que nada tiene que ver con nuestros vecinos del sur- son una delicia para el paladar. ¿Mis favoritas? Las de Café Georgette  (Rue de la Fourche 37) <3

9. Y, claro, no podemos terminar sin citar los moules a la marinière de Bélgica, que nada tienen que ver a los mejillones a la marinera de aquí, sino que se preparan con vino blanco y apio y quedan deliciosos (¡y muy saludables!).

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10. El Atomium mola más en persona que en fotos. En serio. Acercaros a esta molécula gigante y, recomendación wayner, ¡subid! Sino, os arrepentiréis 😉

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11. Bruselas tiene zonas verdes preciosas como el Parque de Bruselas o el Jardín Botánico -a parte del Parque del Cincuentenario o del parque del Atomium- donde podrás disfrutar de un poco de running o de un picnic dominguero.

12. Otra de las mejores cosas de viajar a Bruselas es acercarte a Brujas, a menos de una hora en tren, el pueblo más bonito que he visto. Aviso a navegantes: id temprano porque sino… ¡se llena de turistas y es un agobio!

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13. También puedes (o incluso, debes) acercarte a Gante, cuyo centro y su castillo tienen un encanto similar a Brujas. Si paráis aquí a comer, no os perdáis Amadeus (Plotersgracht 8), restaurante especializado en costillas (con menú all you can eat) o Pain Perdu (Walpoortstraat 9), descubrimiento de mi compi Xavi e idónea para hacer brunch.

Así de mal en Gante
Así de mal en Gante

14. En Bruselas no hace falta irse de discoteca hasta altas horas de la noche para pasarlo bien: ir de bares (a los mejores) es el mejor plan noctámbulo.

15. Vuelves de Bruselas con la sensación de que podrías volver a ir… Así que seguro que pronto volveré.

Aunque por ahora tengo pendiente otro viaje Waynabox así que… ¿Te atreves tu también a disfrutar de una escapada a un destino sorpresa?

¡Reserva ahora tu aventura Waynabox!

Cómo disfrutar de Ginebra en pleno invierno (¡y aunque haga frío!)

Sabemos que los viajes Waynabox gustan. Sólo hace falta ver la suma de viajeros aventureros que acumulamos cada fin de semana. Pero aún nos cercioramos más de esta realidad cuando abrimos el correo los lunes y nos encontramos distintos mails de wayners agradecidos. ¡No sabéis cómo nos animan vuestras palabras un lunes! De todos ellos, esta semana nos hizo especial ilusión el de Aina Gombau, quien se ofreció a relatarnos su aventura por Ginebra. ¡Ella es la prueba de que ni el frío la frena a viajar! Así fue la aventura de Aina, apasionada de los viajes y de la escritura. 

No sabéis cómo he disfrutado los días previos del viaje. El saberme de memoria la lista de los posibles destinos y buscar algo que hacer en cada uno de ellos… Todos tenían magia, todos tenían un je-ne-se-quoi… Y al final el ganador fue… ¡¡GINEBRA!!

Hace 4 años estuve en Ginebra esa misma semana. Era la tercera vez fuera de España de mi novio, Abel, y quería que fuera especial. Sabía qué quería ver y donde ir, y el resultado fue mejor de lo esperado. Antes de empezar, hay que decir que Ginebra es cara, pero la gente es muy agradable y formal. Puedes pagar con Euros en casi todas partes, aunque si te tienen que devolver cambio lo harán en su moneda, el Franco Suizo (CH). Hay muy poca diferencia con el euro, sólo de algunos céntimos. Dicho esto, os dejo mi viaje romántico de fin de semana waynaboxero.

VIERNES 13.01.17

Nuestro avión salía de Barcelona a las 6:35. Después de un gran madrugón, a las 9 de la mañana ya habíamos hecho el Chech-in, y en el hotel Ibis Geneve Petit Lancy nos tenían la habitación preparada. Dejamos las maletas, y cogimos el Tram 14, que nos dejó en 10 minutos en Bel-Air, en el centro.

Desde allí mis pies parecían tener memoria, y me llevaron por una pasarela con nieve virgen. Las primeras impresiones fueron de sorpresa. Por lo bien que nos iba todo, por lo silenciosa y tranquila que es esa gran ciudad, y por lo llevadero que resultaba el tan temido frío (siempre que no nevase, porque eso si que te cala hasta los huesos…).

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Llegamos al Jardín Inglés. Allí vimos el Jet d’eau, ¡por fin! ¡Primer símbolo de Ginebra que no nos podíamos perder! Tenía miedo de que estuviera apagado, ya que en invierno si las temperaturas son muy bajas lo cierran para que no se congele. Justo en una esquina del mismo jardín había el famoso reloj de flores. Lo vimos medio cubierto por la nieve, pero aún así se intuía bien.

Seguimos hacia la parte antigua de Ginebra. Pasamos por un callejón medio escondido, el Passage des Degrés-de-Paules, y llegamos justo detrás de la Cathedral de St.Pierre. Allí descubrimos una vista idílica de los tejados de Ginebra llenos de nieve, y aprovechamos para crear nuestro pequeño muñeco de nieve.

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Seguimos por delante de la Cathedral y recto hasta la Promenade de la Treille, desde donde vimos lo que nos pareció Ginebra entera, desde justo encima el Parc des Bastions. Bajamos al parque, en donde nos dimos el lujo de jugar una partida al ajedrez gigante que hay en la puerta, y seguimos hacia el Monument Internacional de la Reforma. No nos gusto especialmente, pero estaba en la lista para cumplir el WaynaReto, ¡así que no lo podíamos dejar pasar!

Esta vez sí que nos empezaba a calar el frio. Era el momento perfecto para parar a comer. Nos pareció todo carísimo, pero ya nos habían avisado, así que no miramos mucho el precio (era eso o acabar en el McDonalds!). Comiendo aprovechamos para releer la guía de Ginebra que nos había enviado waynabox, y nos llamó la atención el templo budista con las vistas de Ginebra.

Con la barriga llena y ansias de wifi, decidimos pasar por el hotel a preguntar en recepción como llegar, y nos dijo el chico que en media hora llegábamos… ¡¡MENTIRA!! Así pues, perdimos la tarde tontamente. Debimos coincidir con la hora en la que salían los niños del colegio, ya que cogimos todos los autobuses llenos, y acabamos gastando DOS HORAS para llegar al teleférico que te lleva al templo (y que cuesta 11€), con tan mala suerte que llegamos a las 17:02… ¡¡Y CERRABAN A LAS 17!! Los horarios y algo de información de cómo llegar fueron las dos cosas que echamos en falta de la súper guía de waynabox… De haberlo sabido quizás no nos hubiéramos arriesgado tanto. Empezaba a nevar, estaba oscuro, hacía frío y nos habíamos desanimado, así que hicimos lo mejor que puedes hacer en estos casos: Cenar e irte a dormir.

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SÁBADO 14.01.17

Este sí fue un día perfecto. Decidimos alquilar un coche hacia un pueblecito que me había robado el corazón hacia  años: Gruyéres. Nos dieron un Fiat Panda con tracción total (Abel disfruto mucho con eso), y a las 9:45 llegábamos al pueblo.

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Aun había zonas vírgenes por las que poder pisar y dejar huella e incluso hicimos angelitos en la nieve. Era súper romántico… Nos dirigimos al castillo, y justo antes de llegar hicimos una parada en el Museo de HRGiger. Abel es muy fan de las series de Alien, Predator y Species, así que nos pasamos casi dos horas dentro del museo (unos 25€ los dos… Bastante caro, pero nos dieron un descuento para el castillo, así que hacer las dos cosas acaba valiendo la pena). Por desgracia no se pueden hacer fotos… Pero hicimos una desde el balcón del museo a la puerta, por fuera.

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Al salir de allí, visitamos Le Chateau de Gruyéres (13CH los dos con el descuento de antes). Es inmenso por dentro, y ¡con unas vistas de las que quitan el hipo! La pena es que los jardines estaban cerrados en invierno… Quizás demasiado peligroso a causa de la nieve, y no se vería tan precioso con las huellas de los turistas. Sin ninguna duda, ¡vale la pena la visita!

Paramos a tomar un chocolate en el bar ambientado de HRGiger (de 5CH, que aunque parezca mucho, era lo más barato de toda la carta, ¡imaginaos!), y a las 12 nos íbamos de allí.

En la parte baja del pueblo también hay La Maison du Gruyére. //www.lamaisondugruyere.ch/accueil/ . Se trata de un museo donde te enseñan cómo se hace el queso y algunas curiosidades. Comimos una Fondue allí mismo, ¡¡no puedes ir a Suiza y no probarla!!

Finalmente dejamos el pueblo, y a las 2 llegábamos a Montreux. Solo había visto fotos del castillo, y el pueblo nos gusto nada más llegar, así que paramos a pasear al lado del lago antes de poner rumbo hacia lo conocido. ¡Nos sorprendió mucho!

Llegamos al castillo de Chillon. Por desgracia, se nos había echado el tiempo encima, y la entrada valía 12,5CH por persona. Habíamos buscado fotos del interior, y, aunque impresionante, nos recordó mucho al castillo de Gruyeres, así que nos conformamos con pasear alrededor, y os digo sinceramente, que hacía tiempo que no veía una panorámica tan PRECIOSA. El lago de Leman y las montañas blancas enmarcan un castillo de cuento de hadas.

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A las 15:30 poníamos rumbo a Lausanne. No sabíamos que había allí por ver, y no teníamos mucho tiempo, así que dimos una vuelta en coche, pero al no encontrar sitio para aparcar por el centro acabamos de nuevo en el paseo junto al lago. Era justo esa hora del día en que ves como desciende el sol, y pudimos fotografiar el reflejo del agua y las gaviotas que revoloteaban. Paseamos por todo el parque de Denantou y la Quoi de Belgique. Dentro del parque nos sorprendió encontrar un pequeñísimo templo Tailandés, con flores frescas y fotografías de su difunto rey en un altar, por el que todavía les quedan meses de duelo.

Vimos con pena como se ponía el sol. Todavía nos quedaba el viaje de regreso a ginebra, y queríamos parar a Nyon, del que tantísimo habíamos oído hablar. Desgraciadamente, todo el país está muy poco iluminado por la noche, así que no valía la pena… ¡Me quede con muchas ganas de verlo a la luz del día!

DOMINGO 15.01.17

El último día nos dimos el gusto de dormir un poco más. A las 9 bajábamos a desayunar en el buffet del hotel (¡con el descuento del 50% por viajar con waynabox, vale la pena!).

Hicimos ya el Check-out y dejamos las maletas en la consigna. A las 10 llegábamos al centro… ¡Hacia un día precioso! La nieve se había deshecho en algunos puntos, y el sol brillaba como nunca, así que decidimos andar otra vez por el centro antiguo de Ginebra.

Al llegar a la Cathedral de St.Pierre, nos planteamos subir al campanario. Valía 5CH (¡que no es nada caro!) pero yo recordaba el paisaje muy bien de la última vez, y decidimos no tentar la suerte con el vértigo de Abel, así que pasamos de largo.

Volvimos a pasar por la Promenade de la Treille, y el Parc des Bastions. Justo detrás, en la Plaine de Plainpalais se hace cada domingo el mercadillo. Nos imaginábamos muchos tenderetes cukis y mucha gente, pero sinceramente fue bastante cutre, no vale mucho la pena. Lo vimos rápido y cogimos el Tram n.15 desde allí mismo en dirección Nations.  El plan era ir directos a la ONU, pero al pasar por encima de uno de los puentes nos encandilaron las vistas y decidimos parar a la primera parada que había (Simon-Goulart) y salir a pasear.

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Al cabo de un rato, volvimos a coger el Tram hasta llegar a nuestro destino: la ONU. La entrada valía 11CH, y aunque vale la pena verlo una vez en la vida, no me apetecía verlo dos. Recordaba de mi anterior visita el techo de una de las salas, diseñado por Miquel Barceló, pero considere que no me había gustado lo bastante como para repetir, así que nos hicimos la foto para el WaynaReto y andamos hacia el Jardín Botánico que había al lado. Seguía todo nevado, e incluso había los estancos helados. Entramos en todos los invernáculos, recreándonos en las distintas plantas (Abel es un enamorado de las plantas y la naturaleza).

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A las 14:45 salíamos de allí. Nos quedaban pocas horas en Ginebra, y habíamos hecho todo lo que queríamos hacer, así que improvisamos un plan: Compramos bocadillos para comer y subimos en un autobús que iba por el lado del lago (la línea E), y llegaba hasta Hermance-Village. ¡Qué sorpresa de sitio! Estaba a unos 10km de Ginebra. Por el camino vimos unas mansiones impresionantes, y viñedos nevados… ¡Fue como hacer una excursión con bus turístico!

A las 5 volvíamos a por las maletas, y nos fuimos ya hacia el aeropuerto. No tengo ninguna duda de que repetiré la experiencia, y ojalá pueda hacerlo pronto. Hasta entonces recordaré la nieve, el lago y los castillos de cuento de hadas.

Por Aina Gombau Maixé 

Mi primer Waynabox: a Roma con amor

Tras medio año escribiendo en este blog, no fue hasta el pasado diciembre cuando lo entendí de verdad. Fue durante los días previos a mi primer Waynabox, y la que sería mi primera vez en Roma.

MIÉRCOLES, DÍA -2

1

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Del gr. ὄνυξ, -υχος ónyx, -ychos ‘uña’ y -fagia.

  1. f. Med. Costumbre de comerse las uñas.

En estas estábamos mi tocayo Carlos y yo, presas de una incertidumbre irresistible, cuando -¡bip!-, e-mail. De Waynabox. Ay, madre. Qué risa más tonta…Clic.

¡Roma!

Y más risas, esta vez de pura emoción, que encima era compartida. Ese fue el momento. Ahí comprendí, al fin, por qué tanta gente viaja con Waynabox cada fin de semana.

VIERNES, DÍA 1

2

– Carlos, tío, ¿qué tal vas de italiano?

– Me defiendo.

– ¿Cómo se dice ‘hola’?

– Holi.

La primera, primerísima impresión que tuvimos de Roma fue que todo parece querer despistarte, que te entretengas por sus callejuelas y nunca cojas el camino más corto, lo cual no está del todo mal si no tienes un plan establecido.

Como ambos somos un poco desastre en el arte de planificar, decidimos hacernos un esquema general con los cuatro lugares de visita imprescindible, pero siempre dejando espacio para la improvisación y el dejarse llevar.

Ya en el hotel (B&B Hotel Roma Trastevere, bien comunicado y con todas las comodidades necesarias), dejamos los bártulos y nos dirigimos al centro. Una vez allí, todo está a tiro de piedra. No cogimos ningún transporte público en todo el finde más que el tranvía que nos dejaba en la puerta del hotel.

Bajando en Piazza Venezia, no queda otra que acercarse al imponente memorial a Victor Manuel II, quien fuera el primer rey de la Italia unificada. Paso a paso, enfilamos por los callejones hasta encontrar la Fontana di Trevi, siempre atestada de turistas, y seguimos más allá hacia Piazza di Spagna y sus interminables escaleras. El ascenso no solo valió la pena por las vistas, sino también por descubrir Villa Borghese, un precioso y tranquilísimo parque, sede de la famosa Galería Borghese y de un par restaurantes caros en los que no comimos.

Eso sucedió en la Piazza del Popolo, donde paramos a descansar en nuestro peregrinaje hacia la Ciudad del Vaticano. Para ello, cruzamos por el puente de Sant’Angelo, que debe su nombre al bonito castillo que lo preside. En la Santa Sede pasamos la tarde-noche, admirando la opulencia de la Basílica de San Pedro, la belleza de la Capilla Sixtina y, por supuesto, la estrafalaria indumentaria de la Guardia Suiza Pontificia.

SÁBADO, DÍA 2

3

– L’ingresso in discoteca è chiuso.

– Somos Erasmus.

Avanti!         

El sábado olía a arena y a gladiadores. Ese día, en nuestra Barcelona natal, se jugaba el Clásico y, por supuesto, la visita al Coliseo era obligatoria. Resulta imposible pasear por las galerías del estadio romano y no trasladarse 2000 años atrás, cuando la multitud poblaba las gradas de vítores y exabruptos.

A la salida de nuestra visita, todavía extasiados, paseamos por las ruinas del Foro Romano, de camino a algún pub del centro en el que ver un Barça-Madrid que finalmente Sergio Ramos se encargaría de agriarnos.

El resto de la tarde se reservó al descanso y la contemplación, pues había que ahorrar energías para lo que esperaba a la noche. Todo el mundo nos había hablado maravillas del buen ambiente que inundaba Trastevere por las noches, de modo que le hicimos un hueco en nuestras agendas. Si bien es cierto que las voces, paseantes, terrazas y bebidas daban su propia calidez a la noche de diciembre, bien pronto no quedó ni rastro de ningún alma por las plazas. Apenas era la 1am y cualquier atisbo de fiesta parecía haberse esfumado. Preguntamos y nos recomendaron salir por Testaccio, una popular zona de ocio a esas horas. Parecía nuestra mejor opción.

No lo pareció tanto cuando, al llegar allí, las esvásticas de los tifosi de la Lazio y la Roma empezaron a poblar las paredes. El rollo, la verdad, era un tanto jincho, decorado por una retahíla de discotecas de dudoso gusto. Sin embargo, entre la tónica imperante, encontramos un simpático local, donde nos colamos a una fiesta Erasmus en la que todo el mundo, según resultó, acababa por ser español.

DOMINGO, DÍA 3

4

– Oye, ¿tú tienes mi tarjeta de embarque?

– ¿Qué?

– Ay, Dios…

Nuestro vuelo salía por la tarde, así que tuvimos tiempo para aprovechar el último día con la calma que se merecía. Eso significó pasear por la mañana hasta sacudirnos de encima la resaca, y hacer hambre para después matarla en el delicioso Cantina e Cucina, un restaurante tradicional al pie de Piazza Navona, donde comimos como si no hubiésemos probado plato en días.

La jornada transcurrió con la tranquilidad que precede a las despedidas, esa suerte de antesala de la nostalgia. Pero no podíamos irnos sin antes pasar por el Panteón de Roma, que se erige como un coloso en medio de la Piazza della Rotonda. Ese fue nuestro adiós.

Deshicimos el camino que habíamos realizado dos noches atrás para llegar desde Termini hasta el aeropuerto, y todo habría ido sin sobresaltos ni contratiempos si no fuera porque Carlos quiso añadirle un poco de emoción al asunto y perder su tarjeta de embarque cuando ya hacíamos cola para subir al avión.

Por suerte, todo quedó en un susto y en una amistad hecha trizas.

Las mejores fotos de viajes Wayanabox del año de nuestros #wayners

Parece que fue ayer cuando dábamos el pistoletazo de salida al 2016 y arrasábamos el Día de Reyes enviando muchos viajes Waynabox bajo el árbol de infinitos hogares. Eso nos hizo creer que sería un buen año… ¡Qué modestos! Y es que ahora que echamos la vista atrás podemos aseguraros que ha sido un gran año. Hemos crecido en equipo, hemos ampliado destinos y ¡nos hemos internacionalizado a Francia y Portugal! Pero además de cosas buenas in house, también hemos disfrutado como locos de puertas hacia afuera: hemos organizado alrededor de 10.000 viajes sorpresa y hemos superado los 20.000 wayners.

Y es que es por vosotros por quienes nos despertamos cada mañana para trabajar -ay, qué bonito; este espíritu festivo puede conmigo…- y por eso hemos hecho todo lo posible para hacer parte de la comunidad wayner con eventos como el de Sant Jordi en Barcelona o el #WaynaBus en Madrid, sorteos de viajes y GroPros o la celebración de distintos hitos, como ser ya más de 100.000 viajeros aventureros en Facebook. ¡Yuhu! Y como la realidad es que sin vosotros no existiría Waynabox, hoy es a vosotros, a nuestros wayners, a quienes dedicamos este post y ni más ni menos que con las mejores fotos de viajes Waynabox que habéis compartido durante este 2016. ¡Repasemos!

@abelaub en Londres
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@adriacasali en Berlín
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@alexiavilanova en Ginebra
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@annapat17 en Frankfurt
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@beautiful__wish en Venecia
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@biancachb en Amsterdam
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@boacamaboamesa en Lisboa
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@daniblancodelamo en Lyon
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@estelsoro en Lyon
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@gaguss en Estocolmo
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@julsolso28 en Paris
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@lydiaestgar en Bruselas
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@mireia.19 en Rotterdam
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@sansaanc en Brujas
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@yosoyalbertbelmonte en Roma
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¿A qué esperas en ser uno de nuestros wayners? El 2017 ya está aquí y tenemos muuuuuchos findes viajeros. Así que no esperes más y ¡reserva ahora tu viaje sorpresa Waynabox!

¡Te esperamos!

Una Social Media Manager perdida en Budapest

Después de un año agitando las redes sociales y el blog de Waynabox, de promover a diestro y siniestro los viajes sorpresa y de quedarme embobada viendo todo el contenido que nuestros #wayners comparten en sus perfiles de Instagram, Twitter o Facebook, me tocaba lanzarme a la aventura y vivir en carne y hueso, y no a través de una pantalla, mi auténtica experiencia Waynabox.

Tras un mes de septiembre agitado en la WaynaOffice, mi octubre comenzaba así: con mi viaje sorpresa. ¡Qué nervios! Y es que es cierto, aunque te hayas olvidado un poco de la aventura que está por venir, es justo una semana antes del viaje cuando los nervios vuelven a aflorar. ¿Será Oporto? ¿Será Budapest? ¿Será Dublín? Mi pareja y yo no parábamos de divagar y hasta de sobornar a Bea, COO de Waynabox, para conocer el destino, pero ella se mantuvo fuerte y se limitaba a sonsacar una sonrisita… Y al fin llegó el día y quienes pudisteis disfrutar de mis idas y venidas por Instagram Stories, ya sabéis de qué va el cuento… Pero para los que no, aquí estoy para detallaros mi súper viaje a Budapest.

Aunque trabaje en la casa, algo que me preocupé de asegurar es que estábamos un mínimos de 48 horas en nuestro destino y así fue. Salimos en sábado a las 9h y regresamos el siguiente lunes a las 20.15h. Soy una adicta a viajar, un espíritu wanderlust, pero eso no quita que para llevar a cabo mi adicción tengo que pasar por un pequeño obstáculo… ¡Volar! Ay, no es que me de miedo, pero tampoco es el mejor plan de mi vida -aunque confieso que el último spot de Jennifer Aniston para Emirate Airlines ha conseguido darme ganas de viajar con ellos-.

Pero volvamos al espacio aéreo entre Barcelona y Budapest: en dos horas y cuarto nos plantamos en el aeropuerto de la capital húngara, a escasos 16km del centro de la ciudad y con fácil acceso. ¿Nuestra mejor opción (y más económica)? El autobús E200 hasta Kobanya-Kispest (20 minutos) y trasbordo a la línea M3 de metro hasta nuestro destino Corvin-Negyed (10 minutos).

Justo en la plaza Corvin-Negyed se encontraba tanto nuestros apartamentos como un práctico centro comercial (sobre todo para desayunar, para cambiar euros a florines o para pasar por el súper).

Y esto me hace llegar a un punto importante: ¡en Budapest no hay Euros! Hay florín húngaro, cuyo cambio aproximado es de 300 florines por 1 euro. Tenedlo en cuenta y controlad mucho donde hacéis el cambio: conociendo tu destino con 2 días de antelación, queda descartado poder cambiar en el banco de tu país, así que tendrás que hacerlo en Budapest. Eso NO es un problema si sabes dónde, y dónde NO es en el aeropuerto, donde por novatos, nos clavaron más de 20€ de comisión. ¡Error! Apostad por las casas Western Union.

¿Cómo disfrutar de Budapest en dos días y medio?

Entre llegar, comer, instalarnos y todo, nos ponemos en marcha a las 16h y nos dirigimos hacia un rincón del que yo había leído y escrito mucho en Waynabox: el Puente de las Cadenas. Mientras llegamos, paseamos junto al Danubio y nos quedamos con un gran WOW en la cara. ¡Creo que no he visto ningún río tan ancho! (¿O puede que el Támesis lo sea? ¿Y el Sena? No sé, pero a mi me lo parece).

Paseamos por el puente y cruzamos de Pest hasta Buda. Históricamente, Buda fue la parte de la ciudad relegada a la realeza y nobleza, mientras que Pest fue la zona obrera. Actualmente, la primera ha quedado como zona residencial, mientras que Pest mantiene el encanto de ser la zona con casco antiguo y comercial, más oferta gastronómica y más marcha. Pero ahora estamos en Buda, donde el imperialismo de las distintas dinastías húngaras se plasma a través del Castillo de Buda, del Bastión de los Pescadores y de la Citadelles.

La experiencia de una Wayner en Budapest

Paseamos por los dos primeros, la Citadelle la dejaremos para mañana. Y así, pululando, cae la noche (allí a las 18h ya es negro, negro) así que deshacemos nuestro camino, cruzamos de nuevo el Puente de las Cadenas, y nos vamos al barrio judío en busca del famoso ruin pub Szimpla Kert.

Los ruin pubs son los locales de moda de Budapest. Desde hace algo más de cinco años, se pusieron de moda pubs de aspecto ruinoso -alzados sobre antros abandonados- pero con un encanto y hasta glamour muy especial. En ellos se puede comer, escuchar música, disfrutar de alguna exposición y, sobre todo, si son más de las 20h, beber. Allí catamos una copa de vino blanco de Tokay -muuuuy típico de Budapes-, cenamos, bebimos y charlamos de todo y de nada, embriagados un poquito por la cerveza húngara (que, por cierto, es tremendamente barata).

Habíamos madrugado y se nos cerraban los ojos, así que hicimos retirada temprana para aprovechar al máximo el segundo día.

Las vistas desde la Citadelle

El Domingo comienza con un buen desayuno: ¡nos espera una buena caminata hasta la Citadelle! Es el punto más alto de la ciudad, se encuentra sobre la colina de Géllert, en Buda, y fue una antigua fortaleza que se alzó en 1851 a cargo del comandante Julius Jacob von Haynau para proteger a la monarquía de los Habsburg tras la Revolución Húngara de 1848.

Más adelante, sería un gran refugio durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día alberga un monumento a la Libertad Húngara y ofrece unas vistas increíbles de Budapes y del Danubio.

 

La experiencia de una wayner en Budapest

Bajamos y nos vamos directos -¡a pie!- hasta la Isla Margarita. Este parque natural flota en medio del Danubio y sus 2’5km de largo la convierten en un escenario idóneo para runners. Pero no sólo eso: también alberga un pequeño zoo, un jardín japonés, zonas de picnic y una fuente que realiza funciones cada quince minutos (con luces por la noche).

Lo mejor es pasearla de punta a punta en un par de horas y, como nos dieron las 2 pasadas, paramos a comer uno de los platos de calle más populares: los langos, una especie de “pizza” húngara frita. ¡Deliciosa!

Disfrutar de Budapest

Nuestra última parada es el famoso Parlamento, el segundo más grande de Europa. Por fuera es impresionante, pero si podéis permitiros una visita en su interior (todas son guiadas) os alucinará aún más. L

a visita sale por unos 8 euros por persona pero ¡merece la pena! A nuestra salida ya cae la noche y hacemos un pit stop en el apartamento para ponernos guapos y disfrutar de nuestra última noche. ¿Cómo? Cena en Spíler Bistro Pub, restaurante de moda con bar clandestino. Comida a buen precio y copas aún más. ¡Recomendación #wayner!

Último día de relax

Y para acabar nuestro viaje, no podíamos irnos sin pasar por uno de los famosos baños termales de Budapest. La ciudad es famosa por sus aguas termales y está plagada de baños y spas. Uno de los más famosos es Géller, que se popularizó por ser escenario del spot de Danone de 1992.

Nos plantamos con nuestros bañadores para disfrutar de un par de horas de relax entre baños calientes, fríos, saunas, vapor y más. ¿Quien prosigue ahora su viaje? Con el cuerpo más descansado que nunca nos dirigimos a nuestras últimas visitas: una parada para comer en el gran Mercado Central y unas últimas fotos por la Plaza de los Héroes.

Y se acaba el día y… ¡toca volver! Llegamos a casa a medianoche y… con ganas de repetir un viaje Waynabox.

Conocer Budapest

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La experiencia Waynabox del youtuber de viajes Christian Córom en Londres

Más de 70.000 aventureros han disfrutado de un viaje sorpresa con Waynabox. Son muchos viajeros y todos diferentes, cada uno con sus gustos, con sus preferencias, con sus manías. Procedentes de muchas ciudades, de edades distintas, famosos o desconocidos, solteros, emparejados, con rolletes, con muchos amigos. Pero todos tienen algo en común: el espíritu wanderlust, esas ganas irrefrenables de viajar.

Y, cómo no, el youtuber de viajes Christian Córom es uno de ellos. Desde que le conocimos, nos volvimos adictos a su canal de Youtube, donde relata con un gran sentido del humor -y una locución que engancha- sus aventuras por el mundo. Y de todas sus vivencias sólo nos extrañó un detalle: ¿cómo podía ser que no hubiese viajado con Waynabox?

Ni cortos ni perezosos, nos atrevimos a presentarnos y después de un “hola, ¿qué tal?, tenemos algo que te va a gustar, el viaje más sorprendente que jamás has vivido” le tuvimos en el bote. ¡Si es que nadie se resiste a Waynabox!

Así que Christian nos dio un voto de confianza y se lanzó a la aventura… Como todos los wayners, no supo su destino hasta dos días antes y, finalmente, cogió las maletas para irse a…. ¡Dale al play y descubre su experiencia! ¡Ah! Y para todos sus seguidores, tenemos una sorpresita al final de este post 😉

¡Hay tantos planes en Londres! ¡Y puedes gastarte muy poco! Y aunque el clima a veces es un poco pesado… ¡Siempre hay algo que hacer! 

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La escapada Waynabox de Xavi a… ¡SORPRESA!

Por Xavi García, Adventure Advisor de Waynabox

Coge las maletas, te vas a… ¡Por fin! Tras un par de meses esperando y sintiendo esa sensación que sienten nuestros wayners, por fin descubría mi destino ¡y qué contento estaba ella! Esta vez no era yo quien estaba detrás de la pantalla organizando un viaje… Era a mi a quien le entraban las prisas por coger cuatro cosas, meterlas en una maleta rápido y corriendo y salir a la aventura. ¡Qué diferente se ve desde fuera!

VIERNES

Tan pronto aterrizamos en Arlanda nos decidimos por la opción más rápida (aunque cara) y compramos billetes para el Arlanda Express que en apenas 20 minutos te deja en el centro de la ciudad. Total, tenemos solo 72 horas para disfrutar el destino, ¡hay que aprovechar al máximo!

Una vez en la estación central, dejamos las maletas en consigna, alquilamos un par de bicicletas y nos pusimos a pedalear sin parar: de isla en isla y de puente en puente, ¡cómo me gusta Escandinavia!.

Empezamos por el ayuntamiento, la sede mundial donde se celebra la entrega de los premios Nobel; quién sabe, ¡tal vez algún día me veo ahí recogiendo alguno! De ahí hicimos una paradita rápida en Gamla Stan donde callejeamos hasta llegar a una de las plazas más pequeñas de Europa, Stortorget, con sus casitas de colores y sus bares con terrazas donde las cafeteras no paran de filtrar café. Seguimos hasta el siguiente punto en nuestra ruta, Djurgården, la isla más verde del archipiélago con un gran número de embajadas y museos de todo tipo, el más curioso que quedó en nuestra “to do list” para la próxima visita fue el museo de ABBA.

Djurgården es para la ciudad lo que Central Park es para Nueva York o el Retiro para Madrid. La ruta en bici por la isla nos llevó a uno de los rincones de los que nos enamoramos en nuestro primer día de viaje: el Rosendals Trädgård Kafé, una cafetería dentro de un invernadero, rodeada de flores de todo tipo y pasteles caseros ¡no defraudan a nadie!

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Cuando cayó la noche decidimos ir al hotel y abrigarnos un poquito, el frío ya se hacía notar y necesitábamos cenar algo y reponernos para el día siguiente.

Nuestro hotel, en la isla de Söder, era un pequeño hostal boutique con mucho encanto. Hicimos el check in, pedimos un par de recomendaciones para cenar a la recepcionista y directamente nos marcó en el mapa un sitio de ramen para entrar en calor más fácilmente. No era Japón, pero la verdad, estaba riquísimo.

SÁBADO

El día siguiente teníamos preparado un free walking tour, ¡qué bien va para que te enseñen lo mejor de la ciudad sin gastar demasiado!

Como sabíamos que nos iba a tocar patear y mucho, decidimos madrugar e ir uno de los sitios más de moda, a Pom & Flora. Un café con un toque moderno que presume de servir uno de los mejores brunch de la zona. Cabe decir que están en lo cierto: un local con un toque vintage muy nórdico, con grandes ventanales para ver gente pasar de un lado para el otro, café ilimitado y una carta súper completa.

Con el estómago lleno nos decidimos por el free tour por Söder, la parte más alternativa de la ciudad, llena de restaurantes con comidas de todo tipo, cafeterías que parecen sacadas de películas de los años 70 y gente joven con pitillos, barbas vikingas o bigotes que nada tienen que envidiar al mismísimo Dalí… Dentro de la isla tienen su propio “Soho”, conocido como SoFo donde además de lo ya mencionado, está lleno de tiendas artesanas y galerías de arte, parques donde descansar y unas vistas envidiables a Gamla Stan. Una de las mejores vistas del casco antiguo, incluso bajo la lluvia se veía precioso.

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Más tarde volvimos a Gamla Stan, todavía nos quedaban callejones por los que pasar y fachadas de colores en las que pararnos a pensar cuántos muebles de Ikea habrá ahí dentro. Nos sentamos en una cafetería, donde aprendimos una de las tradiciones locales más antiguas: el “fika”; la palabra que usan para describir lo que es tomar un café y una pastita, preferiblemente una rollito de canela calentito. Y cómo segundo país más consumidor de café del mundo, ahí también puedes rellenar la taza tantas veces como desees.

Para seguir con las tradiciones, esa noche probamos el plato típico de la zona, las ‘meatballs’ con puré de patata. Nos recomendaron el restaurante “Meatballs for the people”, en Söder, como no, un restaurante con un toque muy moderno que las prepara como lo hacían antiguamente y a un precio razonable, algo vital allí.

DOMINGO

Nuestro último día era el más corto de todos, ya que volábamos a media tarde desde Skavsta, un aeropuerto un tanto más alejado. Pero las ganas de ver y hacer más no nos impidieron madrugar para ver toda la parte más comercial de la ciudad, en la Normalm, donde la gente de traje pasa las horas trabajando en edificios acristalados.

Nos encontramos con un mercadillo dominical muy interesante en Hötorget, lleno de libros, música, plantas e infinidad de objetos de segunda mano.

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Sobre la 1 del mediodía pusimos rumbo en bus hacia Skavsta. El bus tarda una hora y media aproximadamente y tiene un afluencia de horarios muy frecuente, es la mejor opción para llegar allí.

Por si alguien todavía lo duda fue un viaje a otro ritmo, con el tiempo en contra nos dejamos llevar, sin planear gran cosa para perdernos por la ciudad, aprovecharlo todo el doble y sobretodo comer, comer y comer; ¡la oferta gastronómica es infinita!

¿Habéis adivinado cuál fue nuestro destino? Tal y como decía el email que recibimos: cogimos las maletas y nos fuimos a… ¡ESTOCOLMO!

 

Cómo saber si eres un auténtico espíritu wanderlust

 

¿Recuerdas el primer viaje de tu vida? Dicen que la experiencia de salir de casa por primera vez para descubrir un nuevo lugar queda guardada para siempre en nuestros recuerdos. Y si esa aventura implica un largo trayecto, aún más.

Coger un tren de esos que circula toda la noche -¿te acuerdas del Talgo?-, una aventura en barco por alta mar o esa curiosa sensación de vacío que descubres al coger por primera vez un avión y despegar. Seguro que lo recuerdas y si mientras viajas con tu mente hasta ese momento esbozas una sonrisa, eso significa una cosa: que te gusta viajar.

Ese buen recuerdo es lo que, seguramente, a lo largo de tu vida te ha impulsado a volver a viajar. Una y otra y otra vez. Cerca y lejos. A descubrir la Península y a conquistar nuevos continentes. Da igual a dónde, lo que importa es conocer, saber, aprender, explorar. Y a medida que creces tú, también crece contigo un ímpetu por descubrir nuevos rincones. Descubrir el mundo. Y te enganchas. Y no puedes parar. Y viajas una y otra vez. Y regresas y sólo piensas: ¿para cuándo el siguiente viaje? Si todo esto te suena, keep reading my friend, eres un espíritu wanderlust y este artículo esta hecho para ti.

O si no, para alguien que conozcas. Y es que cada vez hay más gente afín al movimiento wanderlust. Wan… ¿qué? Tranquilo/a, que no te suene no significa que no lo seas. Wanderlust significa pasión por viajar y es un préstamo lingüístico del alemán.

Y es que del mismo modo que dicen que los esquimales tienen más de 40 palabras para describir el blanco, los alemanes también tienen un amplio vocabulario para describir sensaciones, emociones y situaciones intraducibles a nuestro idioma (y con palabras muy graciosas). Wanderlust es una de ellas y su origen se remonta a la Edad Media, aunque no sería hasta 2015 que este vocablo ganaría una gran popularidad en nuestra cultura actual.

Serían primero los ingleses quien se la adueñarían y, después, se difundiría por todo el mundo. Pasó de ser un término desconocido a un lema internacional, protagonizando campañas publicitarias, movimientos de viajeros, películas de Hollywood y hasta inspirando el mundo del diseño a través de ilustraciones, producciones gráficas y hasta tatuajes.

Descubre si eres un espíritu wanderlust

Cuestión de genes

Pero lo más importante: bajo este concepto se condensó toda esa comunidad de apasionados por viajar que deambulaban por el mundo descubriendo y compartiendo todos sus secretos sobre el arte de viajar. ¡Y es una buena comunidad!

Un estudio presentado por David Dobbs a National Geographic en 2013 señalaba que cerca del 20% de la población mundial “sufre” el efecto wanderlust. Y es que, por curioso que parezca, hay una razón científica en esta necesidad por viajar, o mejor dicho, genética. Evidentemente el entorno ayuda, pero después de décadas de investigación se concluyó que una alteración del gen DRD4 es la que propicia ese anhelo por viajar.

Esta derivación genética, presente en un buen porcentaje de la población, se bautizó como DRD4-7R y popularmente se le conoce como restless gen (del inglés, gen inquieto) o directamente “gen wanderlust”. Este gen se asocia a los niveles de dopamina, que se incrementan cuando el portador de dicho gen viaja y descubre el mundo.

Descubre si eres un espíritu wanderlust

Al parecer, dicha alteración genética se desarrolló hace 50.000 años en África, principalmente entre las poblaciones migratorias, como un recurso/defensa humano para afrontar la necesidad de cambiar de “hogar” con frecuencia. Y aunque ahora principalmente predominan las sociedades sedentarias, el gen ha seguido activo y se ha pasado de generación en generación, despertando esas ansias por viajar. Pero… ¿cómo saber si eres un auténtico wanderlust?

  1. No tienes miedo a salir de tu zona de confort
  2. Te gustan los retos, independientemente de si tienes experiencia o no
  3. Antes de tomar una decisión, sabes analizar la situación y valorar objetivos
  4. No tienes miedo al cambio (y aunque lo tengas, no atreves a afrontarlo)
  5. Te gusta aprender y sabes buscar todas tus respuestas por ti solo/a
  6. Te importa el tiempo, por eso eres organizado/a y puntual
  7. Sabes trabajar en solitario
  8. Eres muy activo/a y necesitas retos constantes para motivarte
  9. La empatía te acompaña y sabes establecer relaciones rápidamente
  10. La pluralidad cultural no es un problema: lo aceptas todo (¡y hasta te gusta descubrirla!)
  11. Te sabes adaptar a las situaciones y eres flexible
  12. Te apasiona la historia, la política y la geografía
  13. No soportas las personas poco tolerantes
  14. Crees en la fuerza del equipo
  15. No te importa no saber idiomas: siempre encuentras la forma de comunicarte
  16. Prefieres un trabajo con más vacaciones y menos compensaciones económicas
  17. ¿Un viaje sorpresa en 48h? ¡Porqué no! Te vas sin pensarlo.

Y tú… ¿eres un wanderlust? ¿conoces a alguien que lo sea?

Desata tu ímpetu por viajar, haz locuras, descubre el mundo y… emociónate como nunca con un viaje sorpresa Waynabox.

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Viaje de amigas a Budapest: la experiencia Waynabox de Raphaelle

Los mejores planes a veces son los más improvisados, espontáneos y llenos de emoción. Raphaelle lo tenía claro pero después de casi un año como Project Manager de Waynabox todavía no había probado por sí misma esa experiencia sorpresa de la que tan bien hablaba a sus amigas. Así que hace un par de meses llegó a la oficina y nos lo dejó bien claro que se cogía un día libre ¡para hacer un viaje de amigas e ir de Waynabox!

Y si ya nos emociona organizar todos los viajes de nuestros wayners, imaginad cuando tenemos que preparar un viaje sorpesa para un miembro del equipo… ¡Nos entusiasmamos! Mantener el secreto es difícil pues ocurren situaciones como conectarte al sistema en un momento que no mira nadie para saber dónde vas o que a alguien se le escape algo tipo “¿Raphaelle te apuntas a una barbacoa este finde? Ah no, que te vas a Budapest”. Pero lo que importa es el viaje y nuestra querida compañera parisina lo estaba deseando. ¡Budapest! Uno de nuestros destinos más nuevos e impactantes. ¿Qué hacer? ¿Qué ver?

La capital húngara tiene atractivos para todos los gustos y permite organizar distintos tipos de viaje, ya sea para familias, con planes más románticos para parejas o fiesta y diversión para amigos. Raphaelle y su amiga Marianne tenían claro que querían pasarlo al ritmo de ir descubriendo la ciudad, de modo que desde que llegaron a su hotel, no pararon quietas.

Llegar al centro de Budapest desde el aeropuerto fue sencillo gracias al metro. Destaca por su antigüedad, típico de la Europa del este, pero práctico, cómodo y rápido a su vez. Tras haber descargado maletas, vieron que su ubicación céntrica les permitía ir a cualquier sitio a pie.

Querían descubrir la ciudad pero el rugir de sus estómagos les recordó que era la hora de comer. Siguiendo la orientación de los encargados del hotel, se acercaron a Váci Utca, la calle más famosa y bulliciosa de la ciudad, y se dejaron caer a un restaurante tradicional donde degustaron platos típicos de allí, como el Pörkölt y otros platos de nomenclatura impronunciable pues… ¡Budapest es el país donde no sabes pronunciar lo que comes!

Por general, la gastronomía húngara no tiene ni el más mínimo encanto que pude mostrar la cocina francesa o mediterránea -las fotos hablan por si mismas-, pero el delicioso sabor lo compensa. ¡Las apariencias engañan!

Cómo es un viaje de amigas a Budapest Cómo es un viaje de amigas a Budapest

Tras calmar el apetito fue el momento de hacer uno de los planes que más se recomiendan en Budapest: un tour por la ciudad con el RiverRide, un autobús acuático. Conocido también como Amphibious Bus, es famoso por ir tanto por carretera como por el Danubio.

A lo largo de su recorrido, que dura unas 2 horas aproximadamente, pasa por los puntos más relevantes de la ciudad y, cómo no, uno de ellos es el famoso río en el que se asienta la ciudad. Aunque su precio no es de lo más barato -el ticket por persona sale a unos 28€- el plan es de lo más recomendable.

Y después de un par de horas descubriendo la historia de la capital de Hungría, nuestras queridas francesas se fueron a descansar, cenar y prepararse para una noche divertida en uno de los locales más famosos: el Szimpla Kert, un conocido bar con distintas salas y ambientes donde disfrutar de música en directo. Unas copas, un taxi -¡ojo! Es muy caro, mejor evitarlo- y… a descansar, que aún queda viaje.

Razones para vsitar Budapest

El segundo día comenzó disfrutando de las vistas panorámicas de la ciudad desde el Castillo de Budapest. Esa buena sensación se alargó con una agradable visita a Gellart, el spa más famoso de la ciudad. ¿Sabías que Budapest es conocida como Ciudad Spa? Un buen rato por estos baños más un masaje sale por unos 50€ por persona, pero si estáis buscando un buen momento relax, algo de desconexión y un renovación total, ¡no os lo podéis perder!

Tras ello, los planes de Raphaelle y Marianne las llevaron al Bastión de los Pescadores, una terraza de estilo neogótico y neorrománico situada en la orilla de Buda del Danubio, en la colina del castillo real de Budapest cerca de la Iglesia de San Matías. Muchos opinan que es uno de los mejores paseos de Europa, por lo que su visita es un imprescindible.

Destinos para viajar con amigas

El paseo les abrió el apetito y en su camino hacia el hotel descubrieron una feria de comida internacional donde reponer fuerzas por muy poco. ¿Y por la noche? Aunque se atrevieron a descubrir Fogas Haz, otro local con buena reputación, ambas amigas terminaron volviendo a Szimpla Kert, donde disfrutar de una última noche.

¡Despierta domingo! Es el día de regreso pero hasta las 21h no se alza el vuelo, de modo que hay horas de sobra para seguir paseando por la ciudad. No obstante, Raphaelle nos confiesa que se despertaron tarde, así que la mañana pasó volando y, cuando menos lo esperaban, ya quedaban las últimas horas para pasear por la ciudad. Alguna última compra, unas fotos más y ¡hacia el aeropuerto! Adiós Budapest y ¡hola de nuevo Barcelona!

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